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Un bocado que trasciende fronteras
La croqueta es más que un simple aperitivo; es un símbolo de la cocina casera que ha logrado conquistar paladares en todo el mundo. Este delicioso bocado, con su crujiente exterior y su suave interior, se ha convertido en un favorito en reuniones familiares y celebraciones. Aunque su origen se remonta a la refinada cocina francesa del siglo XVIII, donde el término ‘croquer’ (crujir) dio nombre a este manjar, es en España donde ha encontrado su máxima expresión.
Variaciones que sorprenden
En diferentes países, la croqueta recibe nombres distintos y presenta variaciones que reflejan la riqueza de cada cultura. En Bélgica y Alemania, se conocen como kroketten, mientras que en Italia se encuentran las crocché di patate y los arancini. Cada versión tiene su propio encanto, pero todas comparten la esencia de ser un plato reconfortante y delicioso. En Japón, por ejemplo, el korokke es un plato casero popular que se elabora principalmente con patatas y se puede rellenar con carne, verduras o pescado, ofreciendo una experiencia culinaria única.
La croqueta en la alta cocina
Los chefs contemporáneos han elevado la humilde croqueta a nuevas alturas, incorporando ingredientes gourmet como trufa, bogavante y setas. Este renacimiento culinario ha permitido que la croqueta se convierta en un plato estrella en restaurantes de alta gama. La creatividad en la cocina ha dado lugar a combinaciones sorprendentes, como las croquetas de fabada o las de arroz negro con alioli, que desafían las expectativas y sorprenden a los comensales. La versatilidad de este bocado lo convierte en un lienzo en blanco para la innovación gastronómica.
Un fenómeno viral
Recientemente, el embajador de Japón en España, Takahiro Nakama, compartió su amor por la croqueta en las redes sociales, lo que provocó una ola de comentarios y reacciones. Su publicación, que mostraba su disfrute de este manjar español, se volvió viral, destacando cómo la croqueta ha logrado unir culturas a través de la gastronomía. Este fenómeno demuestra que, a pesar de las diferencias culturales, hay un aprecio universal por la buena comida.